Liderazgo se busca: la oposición debate cómo enfrentar a Javier Milei
Desde los moderados a los hipercríticos, todos están buscando reposicionarse. Las lecturas sobre el Gobierno, la desgarradora pelea entre Kicillof y La Cámpora.
La gran mayoría de la oposición “no la ve”: la casta está convencida de que el gobierno de Javier Milei tiene serios problemas de funcionamiento y que eso -tarde o temprano- va a terminar eclosionando. Todos valoran la baja de la inflación, pero advierten los problemas insostenibles de gestión. Incluso los aliados.
Algunos (el peronismo) creen que es un problema de diagnóstico y del contenido de las políticas; otros (el PRO) bancan el cambio, pero creen que al Presidente le faltan herramientas para gestionar. Por un lado o por el otro, el modelo no cierra.
Esta semana va a haber dos hechos clave para probar esas hipótesis.
El Gobierno va a intentar avanzar con la Ley Ómnibus (o combi, como la llaman irónicamente). Es una ley cortita que fue negociada entre el oficialismo y los bloques opositores dialoguistas. Pero el consenso todavía no está firme. Hasta el PRO plantea reparos a algunos artículos. Los números en Diputados están muy finitos y en el Senado todavía falta un montón.
La marcha interuniversitaria es la primera convocatoria que atraviesa transversalmente a la sociedad. La universidad pública es una fibra sensible de la Argentina. La idea de arancelarla volteó en su momento a Ricardo López Murphy cuando era ministro de Economía de Fernando de la Rúa.
Los que convocan a esa marcha (que va a ir del Congreso a Plaza de Mayo) dicen que va a ser multitudinaria. En el Gobierno hay preocupación. Intentaron desactivarla. No pudieron porque no hay plata.
En sus conversaciones privadas, Mauricio Macri insiste en que hay que acompañar el “cambio cultural”. Eso no implica acompañar 100% al Gobierno porque cree que la gestión es un desastre. Varias veces intentó ofrecerle a Milei sus cuadros técnicos y hacer un acuerdo de tipo parlamentario. Solo recibió evasivas. Insiste en que su relación con el Presidente es buena; también con su hermana Karina. Pero no se termina de trasladar a un plano concreto de política. Macri no la ve.
Mauricio Macri volvió a hablar con Horacio Rodríguez Larreta. El exjefe de Gobierno insiste en que el PRO es un partido que llegó a la política Argentina para incorporar la dimensión de la “gestión” a las políticas estatales.
Esto lo pone en las antípodas de Milei, más allá de los agravios personales. El Gobierno dice que no hay que gestionar nada y que hay que destruir al Estado.
Macri coincide con el diagnóstico de su exjefe de Gabinete. Pero plantea que el escenario es muy distinto al que había en 2003, cuando se metieron en política. Hoy siente que su rol es acompañar el cambio cultural y que con su estilo disruptivo Milei está haciendo las reformas que ellos también plantearon.
No va a fusionar al PRO a La Libertad Avanza, ni tampoco hoy está pensando en una coalición. Hay que esperar a ver cómo decanta todo. La relación entre el PRO y el Gobierno está más fría que nunca.
En el PRO también hay matices. Patricia Bullrich y su gente avanzan en una alianza inalterable con LLA. Otros, como Jorge Macri, son cautos. “El Gobierno es el de Milei, estamos de acuerdo en el rumbo, pero el responsable es él. Lo apoyamos, pero marcamos nuestras diferencias e instancias”, dicen en el Gobierno porteño.
Jorge insiste en la necesidad de “construir una identidad propia”, basada en que se apoya el cambio, pero con gestión. No hay diferenciación en las palabras, sino en gestos y en mostrarse eficiente por contraste:
Presentó los datos del manejo del dengue y sugirió que Nación debió haber hecho más.
Presentó su propia ayuda para alumnos de escuelas privadas, y armó un formulario que se completa en 3 minutos. En Nación todavía están arreglando la página de los vouchers.
Arma operativo antipiquetes, pero siempre enfatiza que tiene que estar garantizado el derecho a manifestarse.
Jorge apuesta a controlar el PRO de la Ciudad de Buenos Aires. Tiene un doble problema: una alianza con LLA en 2025 le puede complicar su propio futuro político.
El radicalismo, entre "colaborar" y "marcar las diferencias
En el radicalismo son muchos los que insisten en que hay que acompañar este momento desde la oposición, pero apoyando un “espíritu reformista”. Creen que el péndulo de la política los va a llevar en algún momento que este Gobierno no le vaya bien por sus propias limitaciones. Y que en ese momento la sociedad va a valorar a los que ayudaron a gestar el cambio que la sociedad reclamaba. Es la hipótesis de los que creen que hay que colaborar.
Desde esta lógica, aquellos que se plantean como opositores duros van a terminar demasiado pegados al kirchnerismo. “Nadie quiere quedar asociado al pasado. Los que quieran votar al kirchnerismo van a votar al original, y no a una fotocopia”, plantea un importante dirigente de la UCR de la provincia de Buenos Aires.
Otra línea, mediáticamente encarada por Martín Lousteau y Facundo Manes cree que se debe marcar rápidamente las diferencias con Milei. La gente premia la coherencia, plantean. Si uno mira la historia política argentina de los últimos 40 años, la realidad les podría dar la razón. Desde 1983, ningún opositor llegó al Gobierno siendo aliado del oficialismo anterior ni yendo por el camino del medio.
La encarnizada interna del kirchnerismo
El liderazgo opositor tiene otros caminos de construcción. El kirchnerismo tiene sus propios problemas. Axel Kicillof está convencido de que va a ser el próximo presidente. Solo trabaja para eso.
En su entorno están convencidos de que Milei va a estrellar el barco y que el gobernador es su sucesor natural. Algo similar pensaron Cafiero, Duhalde, Ruckauf y Scioli, salvando las distancias.
La Cámpora está molesta por esta ambición del gobernador. Quieren que se dedique más a gestionar y menos a anticipar una campaña. Máximo Kirchner pide ir más despacio. Esto llevó a que los enfrentamientos en la última semana sean totales.
Kicillof intentó hacer inauguraciones de obras en Quilmes y Hurlingham, territorio de los camporistas Damián Selci y Mayra Mendoza. Mirá esto que es espectacular: Selci en ningún momento aplaudía a Kicillof, según se muestra en este video.
Aclaro, este es un recorte, pero en 15 minutos de discurso pasa varias veces lo mismo.
Ya en Quilmes, Mayra Mendoza ni lo saludó, como se puede ver en este otro video.
¿Casualidad? Esta es una de las fotos que difundió Quilmes sobre el evento.
Y esta, una de las que difundió Kicillof.
Solo una de las imágenes tuvo una incómoda presencia de ambos juntos.
Un destrato total para el gobernador más importante que tiene el partido. Días antes, el Cuervo Larroque (excamporista, hoy ministro de Kicillof) había reclamado más apertura en el kirchnerismo y cuestionó el liderazgo de Cristina y Máximo.
“No es el tiempo para estos debates. Tenemos que trabajar Ganancias, universidades. No estamos para una discusión por candidaturas 2025 a cielo abierto”, dicen desde La Cámpora, donde se sorprendieron por las expresiones de los últimos días de algunos dirigentes cercanos a Kicillof.
Para ellos no hay peleas internas. Se sienten parte del gobierno bonerense, tienen ministros, aportan gobernabilidad y en los distritos que hay intendentes camporistas a Axel le fue mejor que en el promedio.
No es lo que plantean del otro lado de la grieta K. Hay un desgaste vinculado a la falta de volumen legislativo del gobernador. “Cada ley la tenemos que negociar como si fuera con la oposición”, relatan.
¿Por qué salta esta interna ahora? Puede parecer prematuro, pero si se quiere hacer listas propias en 2025 es imprescindible empezar un camino de diferenciación que permita traccionar dirigentes y adquirir volumen territorial.
Esta semana, Jorge Ferraresi, intendente de Avellaneda -cercano a Kicillof- se reunió con Raúl Othacehé, exintendente de Merlo, y su hijo. Antes de la reunión, lo charló con el actual intendente de esa localidad, Gustavo Menéndez. “Sabé que en 2025 vamos a estar en veredas enfrentadas", le planteó.
Dar una pelea interna es una opción para algunos en un contexto en que a Milei no se le puede pegar. Mantener una agenda propia frente a un presidente que parece imbatible en las encuestas y al que nadie se le anima.
En el peronismo muchos miran con extrañeza la falta de reuniones para encarar la crisis, la ausencia de manifestaciones públicas por los recortes, la suspensión de obras o la situación social.
El juego de Sergio Massa
Sergio Massa bajó una orden a los suyos. La sociedad no quiere estas confrontaciones en este momento, cuando está preocupada porque no puede pagar las cuentas y los alimentos por los ajustes. “No entremos en confrontaciones de este tipo”, ordenó a su equipo en un chat escrito todo con mayúscula como le gusta escribir cuando está apurado. Son órdenes que delega en Malena Galmarini y que ella se encarga de hacer ejecutar.
El mensaje le llegó tarde a su hermano Sebastián, que salió con los tapones de punta contra Mariano Recalde tras haber criticado la candidatura de Massa. “El encierro no fue una gran consejera en las diferentes ofertas electorales de los últimos años. Si te sirve, te paso los resultados”, le escribió Galmarini.
Massa mantiene su alianza con el kirchnerismo, pero apunta a un juego propio. Por eso fortalece su Frente Renovador. Cree que hay que ser lo más amplio posible para enfrentar al Gobierno y para resistir algunas políticas que cree que pueden ser irreversibles. Sabe que con el peronismo solo no alcanza.
Todas las encuestas muestran un promedio de 50% de apoyo al Gobierno. Pero también hay un 50% que lo rechaza. El oficialismo tiene claro quién es su líder. La oposición está en la búsqueda de una o varias figuras que centralicen el descontento. Por ahora es prematuro. La política está calentando motores.
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